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“Jesus, remember me when you come into your kingdom.” — Luke 23:42

Esperanza en el Señor Jesucristo

27 de septiembre del 2001


Hermanas y hermanos en Cristo,

Reciban abundancia de gracia y de paz mediante el conocimiento que tienen de Dios y de Jesús, nuestro Señor. Compartimos con ustedes el gozo de que Dios Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra, también nos creó a nosotros; que este mismo Dios vino a la humanidad en Jesucristo para redimirnos del pecado y crearnos nuevamente; y que Dios, el Espíritu Santo permanece con nosotros dirigiéndonos hacia la fe y capacitándonos para una nueva vida.

Las personas cristianas declaran su fe al ser testigos de la gracia de Dios en Jesucristo, expresando su testimonio en palabras y obras de acuerdo a la necesidad del momento. En nuestro tiempo, la Iglesia Presbiteriana (E.U.A.) confiesa su fe a través de once credos, confesiones y catecismos contenidos en el Libro de Confesiones. Las confesiones articulan la fe compartida por la iglesia:En estas declaraciones confesionales la Iglesia declara a sus miembros y al mundo

quién y qué es ella,
qué es lo que cree,
qué está resuelta a hacer.

Estas declaraciones identifican a la Iglesia como una comunidad de gente identificada por sus convicciones, así como por sus acciones. Ellas guían a la Iglesia en su estudio e interpretación de las Escrituras, compendian la esencia de la tradición cristiana, dirigen a la Iglesia en el mantenimiento de doctrinas sanas, equipan a la Iglesia para su trabajo de proclamación. [Libro de Orden, G2.0100]El amplio testimonio del Libro de Confesiones es suficiente para dirigir, instruir y guiar a la iglesia. Sin embargo, esporádicamente surgen preguntas en la iglesia que llaman a una cuidadosa exposición de algún aspecto particular de la fe cristiana, llevándonos hacia el testimonio de las confesiones, para que éstas iluminen el testimonio único y autoritativo de las Escrituras. Tales ocasiones no necesitan de una nueva confesión, sino de una expresión fiel de las enseñanzas que sean consistentes con las Escrituras y las confesiones. Quizás así podamos ser ayudados a re-apropiarnos de las afirmaciones centrales de la fe y a renovar nuestro fiel testimonio en el mundo.

Recientemente algunas personas dentro de la Iglesia Presbiteriana (E.U.A.) han expresado su entendimiento de Jesucristo en términos que otros presbiterianos han considerado se salen de los límites de las Escrituras y las confesiones de la iglesia. Muchos presbiterianos no están satisfechos con las respuestas a esta controversia y muchos han cuestionado la claridad de la afirmación de la Asamblea General sobre Jesucristo como Señor y Salvador.

La 213 Asamblea General (2001) solicitó a la Oficina de Teología y Adoración que ayudara a la iglesia a entender mejor la riqueza teológica del Señorío de Jesucristo. La Oficina de Teología y Adoración ha preparado una exposición concisa de la fe histórica de la iglesia que también expresa la claridad de nuestras convicciones. Invitamos a todos los presbiterianos a unirse a nosotros para reafirmar la fe que nos ha sido impartida a través del testimonio de la gran nube de testigos.
Que la paz y el amor con fe, esté con toda la comunidad.

La Oficina de Teología y Adoración
Joseph D. Small, Coordinator
Chip Andrus
Theodore A. Gill, Jr.
Sheldon Sorge
Eunice McGarrahan
Charles A. Wiley

Esperanza en el Señor Jesucristo

Les escribimos a ustedes acerca de aquello que ya existía desde el principio, de lo que hemos oído y de lo que hemos visto con nuestros propios ojos. Porque lo hemos visto y lo hemos tocado con nuestras manos. Se trata de la Palabra de vida. Esta vida se manifestó: nosotros la vimos y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes esta vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos ha manifestado. Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, como nosotros estamos unidos con Dios el Padre y con su Hijo Jesucristo. Escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa. [1 Juan 1:1-4]"

Jesús es Señor" Esta declaración fundamental fue la primera confesión cristiana de fe. Las Escrituras y nuestras confesiones expanden esta afirmación básica, dando abundante testimonio de la palabra de vida revelada en Jesucristo. "La profundidad de la riqueza, sabiduría y conocimiento de Dios" revelada en Cristo excede todo lo que pueda contener esta breve exposición. No podemos decirlo todo, sin embargo hay mucho que podemos decir con claridad y confianza.

La fe cristiana es una fe trinitaria. Nuestro entendimiento de Jesucristo es expresado necesariamente dentro de nuestro entendimiento de "un solo Dios trino, el Santo de Israel a quien sólo adoramos y servimos". Desde el Credo Niceno hasta la Breve Declaración de Fe, la iglesia forma su confesión por el conocimiento certero de la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo. A través de los siglos, las personas cristianas han orado alrededor de la mesa del Señor o la fuente bautismal, expresando alabanza de gratitud por la obra de Dios en la creación, su providencia y la historia del pacto — seguida de un recuento de acción de gracias de los actos de salvación en Jesucristo—, concluyendo con un llamado a la presencia permanente del Espíritu Santo. Es precisamente a la fe expresada en el credo y la oración a la que llamamos a todos los presbiterianos para que la expresen verbalmente y la vivan.

En Jesucristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo. Jesucristo es Dios con el ser humano. Él es el Hijo eterno del Padre, quien se hizo hombre y vivió entre nosotros para cumplir con la obra de la conciliación. Él está presente en la iglesia por el poder del Espíritu Santo, para continuar y completar su misión. Esa obra de Dios, el Padre, Hijo y Espíritu Santo, es el fundamento de todas las declaraciones confesionales acerca de Dios, el ser humano y el mundo. [La Confesión de 1967, 9.07]*

CREEMOS EN UN SÓLO DIOS

[Credo Niceno 1.1]*

Nuestra fe está en Dios quien creó el cielo y la tierra, quien nos formó del polvo, nos dio el aliento de la vida y nos hizo para que vivamos los unos con los otros en amor. Nuestra fe en Dios va mas allá de la creencia generalizada en una deidad abstracta. Confiamos en Dios quien nos amó y nos buscó, aun cuando nosotros escogimos el pecado y la muerte en vez de la comunión y la vida. Somos leales a Dios quien estableció un pacto con nosotros a través de Abraham y Sara, quien reveló la forma de vivir fielmente en la ley dada a través de Moisés, y quien nos llamó a la obediencia a través de las súplicas de los profetas.

¡Canten al Señor con alegría, habitantes de toda la tierra!
¡Con alegría adoren al Señor;
¡Con gritos de alegría vengan a su presencia!
Reconozcan que el Señor es Dios;
él nos hizo y somos suyos. [Salmo 100:1-3]

Dios es conocido por nosotros únicamente por su auto-revelación en palabras y hechos de gracia, amor y comunión. Aunque el conocimiento completo de Dios está por encima de nuestra capacidad, y los intentos humanos de imaginarse la naturaleza divina fácilmente caen en meras reflexiones de nuestros propios deseos o temores, Dios nos ha revelado la verdad en Aquel quien es la Verdad. Dios nos es dado a conocer a través de su presencia gratuita con nosotros en Jesucristo.

En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios... Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad... Nadie ha visto jamás a Dios, el Hijo único que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer. [Juan 1:1,14,18]

Así nos unimos con la iglesia a través de los siglos para afirmar que Dios estaba en Cristo. Dios no es un desconocido misterioso que permanece velado en una transcendencia remota. Dios ha venido a nosotros en términos que lo podemos entender, como un ser humano, Jesús de Nazaret.

La única revelación suficiente de Dios es Jesucristo, la Palabra encarnada de Dios, de quien el Espíritu Santo testifica singular y autorizadamente por medio de las Santas Escrituras, las cuales se reciben y obedecen como la palabra escrita de Dios. [La Confesión de 1967, 9.27]*

CREEMOS EN UN SÓLO SEÑOR JESUCRISTO

[Credo Niceno 1.2]*

A Dios le agradó venir a nosotros en Jesucristo, Emanuel, Dios con nosotros. Dios no simplemente nos mostró un camino a seguir, sino que vivió entre nosotros como el Camino, la Verdad y la Vida. A pesar de que no hemos hecho nada para merecer el regalo gratuito de Dios, en Jesucristo recibimos nueva vida, conocemos la verdad sobre Dios y nosotros mismos y somos conducidos por el camino de Dios en el mundo. Jesucristo fue y es el camino, porque Jesucristo fue y es:

Dios de Dios, Luz de Luz,
verdadero Dios de verdadero Dios,
engendrado, no hecho,
siendo de una substancia con el Padre [Credo Niceno, 1.2]*

Jesús vino como uno de nosotros, compartiendo nuestros gozos y nuestros sufrimientos. Proclamó el amor de Dios, sanó al enfermo, y fue un amigo para los pecadores. Él continúa revelando la gracia y el amor de Dios, está entre nosotros haciéndonos íntegros y aun sigue siendo el amigo de los pecadores. Jesucristo fue y es uno con nosotros en el sufrimiento y en la muerte. El Señor y Salvador es Cristo crucificado, en quien la debilidad de Dios es mas fuerte que la fortaleza humana y la necedad de Dios es más sabia que la sabiduría humana.

Cristo es la imagen visible de Dios, que es invisible; es su Hijo primogénito, anterior a todo lo creado... Pues en Cristo quiso residir todo el poder divino, y por medio de él Dios reconcilió a todo el universo ordenándolo hacia él, tanto lo que está en la tierra como lo que está en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que Cristo derramó en la cruz. [Colosenses 1:15, 19-20]

La cruz de Cristo está en el corazón de nuestra fe, porque es a través de la muerte de nuestro Señor que recibimos nueva vida. El evangelio de Cristo crucificado es un tesoro que sobrepasa los límites del lenguaje humano, por eso, la Biblia muestra una riqueza de expresión que nos lleva a estar agradecidos por el conocimiento y la fe recibidos.

El acto reconciliador de Dios en Jesucristo es un misterio que las Escrituras describen de varias maneras. Se le llama el sacrificio de un cordero, la vida de un pastor entregada por sus ovejas, la expiación por medio de un sacerdote; asimismo es el rescate de un esclavo, el pago de una deuda, la satisfacción vicaria de una condena legal, y la victoria sobre los poderes del mal. Estas son expresiones de una verdad que permanece más allá del alcance de toda teoría, en las profundidades del amor de Dios por la humanidad. Ellas revelan la gravedad, el precio y la certera realización de la obra reconciliadora de Dios. [La Confesión de 1967, 9.09]*

Jesucristo está con nosotros en la vida y en la muerte. Pero la muerte no es la última palabra, porque Dios lo ha levantado de entre los muertos y lo ha exaltado sobre todo poder, autoridad y dominio. El Cristo resucitado es el Señor viviente del universo. "En Cristo, Dios estaba reconciliando consigo mismo al mundo" [2 Co. 5:19]. Por amor al mundo la Palabra se hizo carne; por amor al mundo Jesucristo vive entre nosotros, fue crucificado y resucitado de entre los muertos. Por amor al mundo Cristo ascendió al cielo y por amor al mundo Cristo vendrá de nuevo. Todo esto es el buen gozo de Dios promulgado en Jesucristo quien "hizo que se cumpliera el término que había señalado. Y este designio consiste en que Dios ha querido unir bajo el mando de Cristo todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra" [Efesios 1;10].

Enseñamos, pues, y creemos que este Jesucristo, nuestro Salvador, es el único y eterno Salvador de la raza humana, y por lo tanto de todo el mundo. En él, por la fe, son salvos todos aquellos que antes de la Ley, bajo la Ley y bajo el evangelio fueron salvos y cuantos más serán salvos al fin del mundo. [La Segunda Confesión Helvética, 5.077]*

Jesucristo es el único Señor y Salvador, y todos los humanos en todas partes son llamados a depositar su fe, esperanza y amor en Él. Nadie es salvo por virtud, bondad inherente o por vivir admirablemente, porque "por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios" [Ef. 2:8]. Nadie es salvo aparte de la redención por la gracia de Dios en Jesucristo. Sin embargo, no presumimos limitar la libertad soberana de Dios nuestro Salvador, "pues él quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad" [1 Ti. 2:4]. Así, ni restringimos la gracia de Dios a aquellas personas que profesan explícitamente su fe en Cristo, ni asumimos que todos los humanos son salvos sin importar su fe. La gracia, el amor y la comunión pertenecen a Dios y no está en nosotros determinarlas.

Pablo, en Romanos 10:27, después de una bella e inteligente elaboración de su concepto, ampliamente concluye diciendo "así que la fe es por el oír y el oír, por la palabra de Dios", que es por la predicación. Al mismo tiempo reconocemos que Dios puede iluminar a quienes quiera, aun sin el ministerio externo, porque eso está en su poder. [La Segunda Confesión Helvética, 5.006, 007]*

CREEMOS EN EL ESPÍRITU SANTO, EL SEÑOR Y DADOR DE LA VIDA

[Credo Niceno, 1.3]*

El Espíritu Santo nos une a Cristo, lleva a las personas redimidas a compartir una vida de alabanza en agradecimiento, y moldea nuestras vidas en obediencia a la benévola ley de Dios. El Espíritu forma gente diversa dentro de un sólo cuerpo de Cristo, dando una variedad de dones que nos capacitan para construir la iglesia y servir al mundo. El Espíritu Santo es la presencia permanente de Dios entre nosotros, equipándonos para proclamar el evangelio, nutrirnos los unos a los otros en la plenitud de la comunión y adoración a Dios, para saber y vivir la verdad, cultivar la justicia, y exhibir al mundo el nuevo Camino del Señor.

Todos los creyentes, al vivir en ellos el Espíritu Santo, quedan vitalmente unidos a Cristo quien es la cabeza de la Iglesia, quedando así unidos el uno con el otro en la Iglesia.... Por el Espíritu Santo, la Iglesia será preservada, aumentada, purificada y, al final, hecha perfectamente santa en la presencia de Dios. [La Confesión de Fe de Westminister 6.054]*

El poder del Espíritu Santo conduce a toda la comunidad de fe a una vida gozosa y santa, permitiéndonos a cada uno amoldar nuestras vidas más plenamente a la de Cristo. Las personas cristianas somos llamadas a vivir por el Espíritu, abandonando las obras de la carne y recibiendo los frutos del Espíritu.

Por lo tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer. No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto. [Romanos 12:1-2]

Dado que la iglesia está fundada y avivada por la presencia de Jesucristo a través del Espíritu Santo, podemos estar seguros que es Cristo quien trabaja a través de la comunidad imperfecta y pecadora de la iglesia. Aun en medio de nuestro estado de ruptura testificamos que pertenecemos solamente a Jesucristo. En el poder del Espíritu Santo proclamamos, en palabra y en obras, el amor de Cristo al mundo.

La Iglesia Cristiana es la congregación de los hermanos en la cual Jesucristo actúa al presente como el Señor en la Palabra y el sacramento por medio del Espíritu Santo. Como la Iglesia de pecadores perdonados, tiene que testificar en medio de un mundo pecaminoso, con su fe así como con su obediencia, con su mensaje como con su orden; que la iglesia es solamente propiedad de él, y que ella vive y desea vivir sólo por su consolación y dirección, en la expectativa de su aparición. [La Declaración Teológica de Barmen, 8.17]*

UN SEÑOR, UNA FE

Cada vez que nos reunimos en la fuente bautismal, nos regocijamos de que Dios le da la bienvenida a otra persona a la confraternidad con Cristo. En un bautismo, a través del poder del Espíritu Santo, somos unidos a Jesucristo en su muerte y resurrección. En un bautismo también nos unimos con nuestras hermanas y hermanos de la fe alrededor del mundo. Las aguas del bautismo no pertenecen a la Iglesia Presbiteriana o a ninguna iglesia en particular. Ellas pertenecen a Dios solamente, y mientras pasamos a través de estas aguas somos incorporados al Cuerpo de Cristo que es uno. Ésta es nuestra nueva vida en Cristo que estamos llamados a celebrar, profundizar y compartir con el mundo. Hermanos y hermanas, unámonos, para proclamar el evangelio del amor salvador de Dios en Jesucristo.

Pero ustedes, queridos hermanos, manténganse firmes en su santísima fe. Oren guiados por el Espíritu Santo. Consérvense en el amor de Dios y esperen el día en que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, nos dará la vida eterna. [Judas 20-21]

Oficina de Teología y Adoración
Joseph D. Small, Coordinator
Chip Andrus
Theodore A. Gill, Jr.
Sheldon Sorge
Eunice McGarrahan
Charles A. Wiley

*Todas las citas son tomadas del Libro de Confesiones. Iglesia Presbiteriana (E.U.A.)

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