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Una carta de Philip y Bacilia Beisswenger en Guatemala

5 de Marzo 2012

¡Saludos en Cristo desde Guatemala!

Puesto que trabajo con equipos de misión a corto plaza, me he acostumbrado a preguntas como: ¿No sería mejor solo enviarles el dinero, en lugar de gastarlo en los pasajes de avión? ¿De verdad contribuyen estos grupos a la misión de Dios, o más bien es turismo religioso? ¿Estos grupos apoyan en esforzar la misión presbiteriana, o le quitan los recursos?  Es bueno responder a inquietudes como éstas, sobre los misioneros a corto plazo, al mismo tiempo es justo evaluar sus logros de una manera balanceada.

Al corazón de la misión cristiana son las relaciones entre el pueblo de Dios. Toma, por ejemplo, el caso de Saulo, y su misión de arrestar a los cristianos en Damasco. (Hechos 9) Con su preparación superior, entusiasmo religioso, y el respaldo de los oficiales del templo, Saulo estaba seguro que entendía bien a los cristianos. De repente tuvo Saulo un encuentro cara-a-cara con Cristo. Una voz del cielo dijo, “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Cuando Saulo preguntó quién había hablado, la respuesta fue, “Yo soy Jesús.” Con una relación con Jesús, por fin, Saulo llegó a ser el Apóstol Pablo, uno de los misioneros mas grandes de la historia.

En cuanto a las personas en lugares como Guatemala, es fácil imaginar que podemos entenderlas. Por lo que leemos en el periódico, miramos en la tele, y oímos de otra gente, tal vez imaginamos que sabemos cuáles son las necesidades de los guatemaltecos, y cómo alcanzar esas necesidades. Si es así, es probable que los resultados sean decepcionantes. Por supuesto el relacionarse consume mucho tiempo y energía. Sin embargo, el valor de la misión se disminuye si falta la relación. Las obras de misión más significantes siempre dan prioridad a las relaciones fuertes, no en proyectos y programas.

La semana pasada un grupo de Williamsburg Presbyterian Church, del estado de Virginia, visitó unas comunidades en la región indígena Ixil, con el deseo de formar una relación de compañerismo. Entre el grupo hubo un profesor, una joven universitaria, un científico, un silvicultor, una pastora, un diplomático jubilado, y varios otros profesionales jubilados. La mayor parte del pueblo Ixil son campesinos, y sufrieron horriblemente a mano del ejército guatemalteco durante la década  de los ochenta. Los visitantes compartieron con ellos por medio de los cantos, la predicación, la oración, el trabajo, las artesanías con niños, y la risa que brota de los encuentros entre culturas.

El grupo de Williamsburg conoció a Francisco, un obrero presbiteriano en el municipio de Cotzal. Francisco les contó que era un borracho y mujeriego hace años. Una noche en un estado de ebriedad, se durmió en una calle en la Ciudad de Guatemala, y un vehículo atropelló sus piernas. En el hospital, unos cristianos lo visitaron y oraron por la restauración de sus piernas aplastadas.  Ahora Francisco utiliza sus piernas para subir y bajar en las montanas alrededor de Cotzal, predicando a los campesinos en comunidades aisladas.

Conocieron a Rosa, quien vive en la pequeña aldea de Chichel. Muy amable, ella invitó al grupo a tomar café con pan dulce, y les relató que su esposo los había abandonado. Aunque lucha para mantener a sus seis hijos, Rosa convirtió el salón de su casa en un espacio de adoración para la comunidad.

Conocieron a Miguel, el pastor presbiteriano en el municipio de Chajul. Hace cinco años, cuando los presbiterianos no tenían un lugar para hacer sus cultos, Miguel con su familia se mudaron al cuarto trasero de su casa, ofreciendo el resto para la obra. Cinco años después, todavía están en el cuarto trasero mientras la iglesia sigue buscando un lugar permanente.

Conocieron a Catalina, una joven talentosa que se preocupa que no pueda continuar sus estudios por falta de fondos para pagar la colegiatura. Conocieron a Felipe, un banquero presbiteriano con tanta pasión para preservar la historia y cultura Ixil que abrió un museo. Pintaron al lado de ancianos fieles de la iglesia. Cantaron y presentaron títeres para multitudes de niños sonrientes. Enseñaron manualidades con maestros de la escuela local en aulas de adobe y tierra, y disfrutaron de la comida Ixil que las mujeres prepararon sobre una estufa al aire libre. Ahora, después de invertir en estas relaciones, los presbiterianos Ixil y de Williamsburg sienten animados para construir un compañerismo a largo plazo.

Todos tenemos que relacionarse, con Jesús y con otras personas, para desarrollar vidas que se concuerden con los propósitos de Dios. Cuando el cuerpo de Cristo en lugares como Williamsburg se une con el cuerpo de Cristo en lugares como Chajul, llegamos a tener un mejor entendimiento de Jesús y cómo podemos servirlo de la mejor manera.

Que las bendiciones y la gracia de Dios estén con todos,

Philip Beisswenger

The 2012 Presbyterian Mission Yearbook for Prayer & Study, p. 6

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